Quizás se trate entonces de mantenernos, justamente, entre la destrucción de las viejas categorías y su utilización recontextualizada y por ende, resignificada. En cada performance se da a un tiempo la aceptación y la negación de la norma. Paradoja sin solución, o contradicción sin síntesis: allí, en ese intersticio se juega la posibilidad del cambio. Es desde ese espacio, mínimo e inhóspito, desde las grietas inherentes a todos los dispositivos regulativos, desde donde damos la lucha para subvertir los cánones establecidos, haciendo inteligibles aquellos cuerpos que escapan a la heteronormatividad, es decir, los cuerpos de todos y cada uno de nosotros.
Soy la maría antonieta del siglo XXI, y al que quiera cortarme la cabeza, le recuerdo que después de la Revolución vino el Terror.
martes, 20 de septiembre de 2011
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