Invité a mis amigos a ir de vacaciones
a la galaxia celeste.
Armamos los bolsos con cuidado
de no olvidarnos nada
porque allá no hay almacenes.
Llevamos mallas y también camperas
por la amplitud térmica,
y sombrillas para cubrirnos
de la luz del fuego.
Salimos el jueves
a las 8 de la mañana.
Nos encontramos en Plaza Miserere
y de ahí nos tomamos
una nave espacial.
Llegamos enseguida,
ni tuvimos tiempo de escuchar un disco
entero.
Anduvimos en platos voladores
y nos sentamos en sillones de terciopelo
a tomar un té
de color rosa brillante.
Desde ahí pudimos ver
otras galaxias
que también están muy lejos de la Tierra.
Flotábamos y eso era
muy divertido.
A la vuelta
hicimos una parada en la Estratosfera
para almorzar.
Todos se lamentaban
de que tuviéramos que volver.
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