Soy la maría antonieta del siglo XXI, y al que quiera cortarme la cabeza, le recuerdo que después de la Revolución vino el Terror.

martes, 9 de diciembre de 2014

En Montserrat N me rompió el corazón


Primero está La Casa Rosada, después viene la Plaza de Mayo y de ahí nace la Avenida de Mayo que pasa por la casa de N, de donde salimos por la mañana, la enorme 9 de Julio, la avenida más ancha del mundo, según dicen, y donde nos despedimos, el Gaumont y luego llega hasta el Congreso, punto en el que esta avenida se acopla con Rivadavia, la avenida más larga del mundo, según dicen, y dos cuadras antes de llegar a Plaza Miserere está la calle Saavedra y dos cuadras a la izquierda, mi casa.
Eso a la vuelta, a media mañana o al mediodía, después de haber salido la noche anterior y de haber dormido juntas.
A la ida es al revés: Rivadavia, el Congreso, el Gaumont, 9 de Julio, Avenida de Mayo. Pero como a veces nos encontramos en Almagro o en el centro para ir al teatro, de Avenida Corrientes vamos por Rodríguez Peña y comemos algo en el bar Celta o en el barcito chiquito donde venden comida norteña, o cuando vamos al cine damos la vuelta y comemos Arepas sobre Montevideo.
N fue mi primer amor lésbico. De esos amores que te vuelven vulnerable. Amor de la demora, amor que se toma su tiempo, amor de trabajo de hormiga, amor que crece, amor que hace cortocircuito y sanseacabó el amor.
Me esforcé mucho por olvidar desde que terminó todo, pero ahora intento hacer memoria y cada imagen, cada recuerdo, cada sensación, cada olor me revuelve el estómago por los nervios o la angustia o el dolor y no puedo y no quiero y no evito las lágrimas de desamor.
Todo empezó mucho antes de que empezara el amor. O el amor nunca existió. Compañeras de trabajo, empezamos a acercarnos, ella ya me gustaba pero a medida que la conocía todo aumentaba. N es fresca, suave, caprichosa, creativa, dulce cuando quiere, sensible, despolitizada, curiosa, bella. Yo la invitaba al teatro y después tomábamos una cerveza y charlábamos pero nunca nos dábamos un beso. Ella pensaba que éramos amigas, yo siempre supe que no pero no sabía cómo hacer para dárselo a entender.
A mitad de año me fui de viaje y antes de eso vinieron a comer a casa Fede, Mati, N y J. En ese momento éramos amigos los cinco. Tomamos mucho vino y, ya borracha, cuando se estaban yendo todos, le pregunté a N si no se quería quedar conmigo un rato más. Ella me dijo que al día siguiente se tenía que levantar temprano para trabajar y se fue. Luego me mandó un mensaje diciendo que se arrepentía de no haberse quedado y que nos veíamos cuando yo volviera del viaje. Yo leí ese mensaje nuevamente en términos de la supuesta amistad que cosechábamos así que no le di mucha importancia. Una vez más, no había podido darle a entender lo que yo deseaba.
Cuando volví del viaje vino un día J a comer a casa y en el medio de las diversas conversaciones me cuenta que N sí había entendido el sentido de mi invitación y que por eso se había arrepentido. Entusiasmada por las novedades voy entonces al reencuentro que organizamos en casa de N junto a Fede y Mati.
Cuando terminó la noche fue ella quien me invitó a quedarme. Charlamos, charlamos muchísimo y luego vino el sexo. Tímido al principio, besos mezclados con risas incómodas hasta que finalmente nos relajamos y cogimos. A la noche o a la mañana, en algún momento me dice que la intimido, yo no le doy importancia a eso y sigo besándola, sigo acariciándola, esperé mucho este momento.
Después vinieron las salidas, los esfuerzos, los proyectos, la esperanza, las ilusiones, el cariño. En el medio el viaje a la costa que debí quizás haber leído como premonición de lo que luego sucedería. Un viaje en el que a ella le cuesta o no quiere o no puede o no desea acercarse a mí. Un viaje en el que yo deseo profundamente acercarme a ella pero me siento rechazada cuando lo intento. Un viaje en el que ella está todo el tiempo con J, con su profunda amistad, con su amor platónico y en el que yo no entiendo en ningún momento qué está pasando exactamente pero trato de ponerle buena onda.
Después del viaje costó una semana recuperar la confianza pero los indicios fueron positivos y todo volvió a fluir. Todo fluía increíblemente bien, yo cada vez abría más mi corazón, proyectábamos viajes juntas, la pasábamos súper bien en compañía de la otra, nos acompañábamos con nuestras cosas, nos estimulábamos.

Hasta el día en el que todo terminó. Vamos al cine, cuando salimos vamos a su casa, ella termina una tarea del curso de guión que está haciendo, yo leo un libro, tomamos unas copas de vino. Luego vamos a acostarnos, cogemos y cuando estamos acostadas desnudas haciéndonos mimos ella empieza todo un discurso aniñado incoherente hasta que la freno y le pregunto si está intentando decirme algo en concreto. Primero me dice que no pero después confiesa que sí. Y llega el baldazo de agua fría, J le dijo que estaba enamorado de ella y ella está confundida. Ahí tenemos una charla larguísima en la que ella limpia culpas, casi que me pide consejos como si yo fuera la amiga y no la chica con la que está cogiendo. Todo es una mierda. Ninguna sabe qué hacer para que la situación no sea tan chota. No hay nada que se pueda hacer. Llegó el final, todo terminó. 

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