Esta noche me encontré con Mica Freire en un bar de Almagro, tomamos unas cervezas y luego vino Manu Embalse, un amigo de ella. Pedimos una cerveza y después otra y después otra y ya no sé cuántas veces más pedimos una más. La borrachera y la sensibilidad nos llevó a hablar de todo, del tiempo, de la duración. del amor. Y hacia el final hasta leímos un par de poemas de Bolaño. Sé que hubo un par de frases geniales, o por lo menos en su momento creímos que lo eran, y quisimos cristalizarlas, yo intenté postearlas en twiter pero eso no funcionó y entonces las dejé escritas en una nota de mi celular. Fue una mezcla extraña de nostalgia romántica y soportes tecnológicos. En mi cabeza sonaba (sonó todo el día) Totoral, el disco de Dënver.
Discutimos sobre la duración del amor. Mica Freire decía que un amor duradero era más real y yo respondía que había amores con fecha de caducidad que eran potentes justamente por finitos. Las dos escuchábamos atentamente a la otra y decíamos sí, claro, entiendo lo que decís, pero después volvíamos a esgrimir nuestros argumentos en favor de nuestra posición. Eso pasó unas dos o tres veces. Mientras tanto Manu Embalse estaba en silencio y yo no sé si nos escuchaba atentamente o si pensaba en otras cosas. En algún momento contó una historia de una relación amorosa que duró dos meses. Yo pensé en Andrés y en Juli: dos breves historias de amor, una tristísima y otra no, qué distinto puede ser todo.
Por momentos pensaba que estaba en Los Detectives Salvajes en versión Buenos Aires 2014, sentada en un bar emborrachándome y charlando de amor. Pensé en que podría pasarme la vida así, bueno, no sé si la vida entera, pero una buena porción de la misma, en bares, leyendo, bebiendo y discutiendo de cualquier tema que se nos ocurra.
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