Que conste que yo no hablo de una feminidad dulce y autocomplaciente, ni mucho menos. No reivindico la feminidad de las chicas buenas, sino la de las perras malas. Una feminidad extrema, radical, subversiva, espectacular, insurgente, explosiva, paródica, sucia, nunca impecable, feminista, política, precaria, combativa, incómoda, cabreada, despeinada, de rimel corrido, bastarda, desfasada, perdida, prestada, robada, extraviada, excesiva, exaltada, borde, canalla, viciosa, barriobajera, impostora...
No hay mayor insumisión que la risa y el placer. Me niego a ser una guerrera de ceño eternamente fruncido y piernas cerradas. Me resisto a sentirme culpable por haber sobrevivido. Me opongo a reprimir mi deseo y a congelarme como bestia en permanente alerta.
Itziar Ziga: Devenir perra
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