Soy la maría antonieta del siglo XXI, y al que quiera cortarme la cabeza, le recuerdo que después de la Revolución vino el Terror.

martes, 24 de noviembre de 2015

la vida es una mierda, sí

La vida es una mierda, sí.
El nuevo presidente de tu país es un neoliberal de la derecha más recalcitrante del país.
Y vos estás tan lejos.
No podés llorar con tu pueblo. No podés abrazar a tus compañerxs. No vas a estar para despedir a la mejor presidenta que tuvo la Argentina. 
Así que te encerrás en tu casa (igual la temperatura bajó a -2°, es lo mejor que podés hacer) y te ponés a ver videos de Néstor. Esos videos te llevan a otros y terminás siendo un mar de lágrimas mientras te acordás del 2001, del 2003, del 2008 y de ayer. 
En medio de esta hecatombe te hacés nuevxs amigxs latinoamericanxs y pensás en la Patria Grande hasta que un brasileño gay de derechas te pregunta por qué no estás contenta con el nuevo presidente y te pide que le expliques el temita de la inflación y el cepo cambiario.
Pero llegás a tu casa y te llegó Amberes de Bolaño. Pensás en ese increíble escritor chileno que vivió en Mexico, que vivió en España, que vivió todo, que creyó en todo y se jugó todo y perdió todo y entonces sabés que no hay esperanza pero que hay magia y pedís desesperada que alguien te abrace hasta que vuelva Cristina y te metés en la cama a leer porque sabés justamente eso, que no hay esperanza pero que hay magia. 

domingo, 1 de noviembre de 2015

Llegada a Berlín

En 2010 pisé Berlín por primera vez en mi vida y supe que en algún momento querría vivir en esta ciudad. Algo me maravilló, me encantó, me fascinó. No supe en su momento exactamente qué era y quizás no lo sepa nunca. Es incluso posible que no haya sido más que una fantasía pero una fantasía tan movilizadora que apenas volví a Buenos Aires decidí empezar a estudiar alemán para presentarme a una beca para hacer un curso por dos meses acá. Tres años estudié y me presenté a la beca y la obtuve y así pasé mi primer tiempo acá que no fue meramente como turista (aunque un poco lo era porque dos meses, en su momento no lo sabía pero ahora sí, dos meses no son nada). Volví a Buenos Aires con ganas de estudiar en algún momento en Berlín porque sabía que la academia era la vía más fácil para acceder a una visa pero también porque eso es lo que quiero hacer en mi vida (creo). En 2014 me banqué todo un viaje a Israel porque el pasaje a Berlín era más barato desde allá que desde Buenos Aires y la pasé muy mal, tan mal que pensaba que no tenía que ver con el viaje ni con el país en el que estaba sino que pensaba que la que estaba mal era yo. Pero pisé suelo berlinés y en segundo cambió mi humor, cambió mi estado y cambió todo. Llegué a las once y media de la noche, agotada por un vuelo que había salido tarde, escuchando los goles del partido Alemania Brasil del mundial desde el tren. Después de subir cuatro pisos por escaleras mis pesadas valijas en la casa de una prima estaba agotada y toda sudada. No importaba nada. Estaba en Berlín. Así que me duché y salí a caminar. Compré una cerveza en un späti y me fui a encontrar con Flor. Y no fue sólo un encuentro en términos superficiales sino que ese mes juntas en Berlín significó un reencuentro de nuestra amistad que tuvo tantas idas y vueltas que no puedo sino decir que es mi amiga de siempre. Y el verano era aún más hermoso que el invierno y Berlín era más increíble con 26 que con 22 años. Llegué a Buenos Aires y no dudé ni un momento: me voy a hacer un año del doctorado a Berlín. Me presenté a la beca. No me salió. Fue mi primer rechazo académico fuerte, quizás mi primer rechazo importante en la vida y estuve tan frustrada y angustiada que por meses lo único que pude hacer fue llorar. Al mismo tiempo se murió mi abuelo y aunque ya estaba enfermo e ido hacía muchos años, su desaparición material fue muy dura para mí. Lo quise y lo quiero muchísimo, lo vi deteriorarse más que una manzana que se pudre lentamente, lo vi perder el control del cuerpo y luego el control de la mente, lo vi ido en mundos que desconozco, mundos que pienso como delirantes y en situaciones de las cuales me reía porque ante todo hay que tomar las cosas con amor y compañía y sinceridad y alegría. Pensé que nada tenía sentido.
Después de unos meses de pensar, decidir, arrepentirme, volver atrás, adelantarme, anticipar, hacer cuentas, deshacerlas, volver a hacerlas, sentirme segura e insegura, decidí venir a Berlín igual, sin beca alemana. Me volví loca haciendo trámites. Estuve loca todos los meses previos a la partida. Estuve nerviosa, ansiosa, desesperada, harta, enojadísima con Buenos Aires, odié a todas las personas a las que amo. Me subí al avión convencidísima de lo que estaba haciendo.
Llegué después de un vuelo larguísimo vía Estados Unidos para que fuera más barato y sentí que todo seguía el curso natural de las cosas. No me angustié. No tuve miedo. No pensé que me había equivocado.
Un amigo que después de estos dos meses voy a recordar siempre como la salvación absoluta hizo que mi aterrizaje en Berlín fuera suave. Había conocido a Juli hacía sólo un año y en realidad durante sólo dos semanas pero desde que llegué fue lo más divino que me pasó. Su compañía fue un colchón para esta caída libre en la que estuve y sigo estando. Ahora él se fue de viaje a Buenos Aires y yo me mudé a su casa. Amo vivir acá pero falta él y sé que eso va a ser difícil.
Estoy sola. Completamente sola. Tengo conocidos pero no tengo ni un amigo, ni una amiga. A veces estar sola me encanta y a veces me aterra.
En Argentina pasaron muchas cosas que me perdí. Fue el Encuentro de Mujeres, donde muchas de mis conocidas armaron grupos de amistades y comunidad de militancia, o al menos eso creo. Eso me lo perdí. En el Encuentro hubo represión policial y lo vi por las noticias y en Facebook desde lejos. En las elecciones los resultados fueron horribles, está todo el mundo desesperado. Yo estoy lejos y me lo perdí.
Me estoy perdiendo todo lo que pasa allá. Es lógico. ¿No era eso lo que quería? Quería estar lejos de todo. Quería abandonar todo y volver a empezar. Quería emprender una aventura. Quería ser el espíritu libre que no soy y transformar ese no en una afirmación enorme. Quería ser creadora en un mundo nuevo.
Hoy en día mis mejores amigos son los libros. Son cómplices de mi soledad. Hoy leí un poema de Mariano Blatt que dice así:

de la compu al boliche del boliche a la cama de la cama a la cocina de la cocina al balcón del balcón al trabajo del trabajo a tu casa de tu casa a la plaza de la plaza a la estación de la estación a mi casa de mi casa a la facu de la facu al trabajo del trabajo a los de mis papás de lo de mis papás a la plaza de la plaza a tu casa de tu casa a la terraza de la terraza al trabajo del trabajo a una fiesta de una fiesta a la cama de la cama a pegar de pegar a la plaza de la plaza a la cancha de la cancha a la estación de la estación a mi casa de mi casa a la compu de la compu al boliche del boliche a la cama de la cama a la cocina de la cocina al aeropuerto del aeropuerto a otro país