Soy la maría antonieta del siglo XXI, y al que quiera cortarme la cabeza, le recuerdo que después de la Revolución vino el Terror.

domingo, 27 de diciembre de 2015

citas uno y dos

Son dos o tres cosas las que sé de él antes de nuestra cita. La primera, que se llama Martin y que tiene 34 años. La segunda, que en las fotos que eligió subir a la plataforma virtual a través de la cual nos conocimos se ve lindo, lo cual no es, en el fondo, indicio de absolutamente nada si teorizo a partir de mis últimas experiencias. Pero es alemán, nacido en Berlín, y yo no tengo mucho que perder así que nos encontramos el martes por la noche en un bar a tomar algo. Cuando llega lo primero que noto es que es bello. Es bellísimo. De esa belleza alemana casi aria: alto, rubio, ojos claros. Y no tiene algo que tienen muchos varones acá, que es unas tremendas entradas que intentan disimular llevando el pelo que está más atrás hacia adelante, gesto estético que encuentro sinceramente horrible. Martin sonríe y me charla en alemán. Yo le advierto que a veces cuando no entiendo lo que la gente dice y no tengo ganas de repreguntar simplemente sonrío y asiento e invento en mi cabeza lo que creo que la persona podría estar diciendo. Primero conversamos, obviamente, del clima, que es un tópico recurrente acá en Berlín, luego de nuestras vidas, de qué vamos a hacer en Navidad y Año nuevo (otro tópico recurrente en estos días - he de confesar que las conversaciones acá son todas un poco parecidas). Martin nació en la DDR así que le pido que me cuente de su infancia, eso nos lleva a discurrir sobre socialismo y capitalismo y terminamos teniendo una discusión sobre el poder y la libertad. Él tiene una visión clásica de ambos conceptos, lo cual me desilusiona un poco, pero cuando le explico mi perspectiva parece comprenderla y al final es un momento interesante. Nos besamos y como nos gusta seguimos besándonos. Vamos a otro bar en nuestras bicicletas. En ese momento yo creo que él querría invitarme a su casa pero que no lo hace por pudor, o porque no sabe si es adecuado o no, si no es mejor esperar. Finalmente me invita y yo acepto y él vive a media cuadra de "el lugar más lindo del mundo", como llamamos con algunas amigas al lugar más lindo del mundo. El sexo funciona y fluye y la pasamos bien. Al día siguiente me voy andando en bicicleta a mi casa con una hermosa sensación. Por fin, después de tanto tiempo, alguien me gusta. Los días siguientes mi fantasía se desarrolla con intensidad. Eso me entusiasma pero ese entusiasmo se convierte en un leve pánico el día de nuestra segunda cita, pánico de que me guste demasiado, pánico de que sea recíproco, pánico que hace que Martin me deje de gustar pero me tranquilizo y en la cita vuelve a resultar todo como la primera vez, a saber, bien. En su casa pasa algo que no entiendo y yo empiezo a sentirlo reacio o disconforme, como si hubiera escuchado algo en mí que no le gustó, o quizás yo escuché algo en él que a mí no me gustó, o quizás nos pasó lo mismo a los dos o quizás no pasó nada aunque para mí, o en mí, algo pasó. 

martes, 24 de noviembre de 2015

la vida es una mierda, sí

La vida es una mierda, sí.
El nuevo presidente de tu país es un neoliberal de la derecha más recalcitrante del país.
Y vos estás tan lejos.
No podés llorar con tu pueblo. No podés abrazar a tus compañerxs. No vas a estar para despedir a la mejor presidenta que tuvo la Argentina. 
Así que te encerrás en tu casa (igual la temperatura bajó a -2°, es lo mejor que podés hacer) y te ponés a ver videos de Néstor. Esos videos te llevan a otros y terminás siendo un mar de lágrimas mientras te acordás del 2001, del 2003, del 2008 y de ayer. 
En medio de esta hecatombe te hacés nuevxs amigxs latinoamericanxs y pensás en la Patria Grande hasta que un brasileño gay de derechas te pregunta por qué no estás contenta con el nuevo presidente y te pide que le expliques el temita de la inflación y el cepo cambiario.
Pero llegás a tu casa y te llegó Amberes de Bolaño. Pensás en ese increíble escritor chileno que vivió en Mexico, que vivió en España, que vivió todo, que creyó en todo y se jugó todo y perdió todo y entonces sabés que no hay esperanza pero que hay magia y pedís desesperada que alguien te abrace hasta que vuelva Cristina y te metés en la cama a leer porque sabés justamente eso, que no hay esperanza pero que hay magia. 

domingo, 1 de noviembre de 2015

Llegada a Berlín

En 2010 pisé Berlín por primera vez en mi vida y supe que en algún momento querría vivir en esta ciudad. Algo me maravilló, me encantó, me fascinó. No supe en su momento exactamente qué era y quizás no lo sepa nunca. Es incluso posible que no haya sido más que una fantasía pero una fantasía tan movilizadora que apenas volví a Buenos Aires decidí empezar a estudiar alemán para presentarme a una beca para hacer un curso por dos meses acá. Tres años estudié y me presenté a la beca y la obtuve y así pasé mi primer tiempo acá que no fue meramente como turista (aunque un poco lo era porque dos meses, en su momento no lo sabía pero ahora sí, dos meses no son nada). Volví a Buenos Aires con ganas de estudiar en algún momento en Berlín porque sabía que la academia era la vía más fácil para acceder a una visa pero también porque eso es lo que quiero hacer en mi vida (creo). En 2014 me banqué todo un viaje a Israel porque el pasaje a Berlín era más barato desde allá que desde Buenos Aires y la pasé muy mal, tan mal que pensaba que no tenía que ver con el viaje ni con el país en el que estaba sino que pensaba que la que estaba mal era yo. Pero pisé suelo berlinés y en segundo cambió mi humor, cambió mi estado y cambió todo. Llegué a las once y media de la noche, agotada por un vuelo que había salido tarde, escuchando los goles del partido Alemania Brasil del mundial desde el tren. Después de subir cuatro pisos por escaleras mis pesadas valijas en la casa de una prima estaba agotada y toda sudada. No importaba nada. Estaba en Berlín. Así que me duché y salí a caminar. Compré una cerveza en un späti y me fui a encontrar con Flor. Y no fue sólo un encuentro en términos superficiales sino que ese mes juntas en Berlín significó un reencuentro de nuestra amistad que tuvo tantas idas y vueltas que no puedo sino decir que es mi amiga de siempre. Y el verano era aún más hermoso que el invierno y Berlín era más increíble con 26 que con 22 años. Llegué a Buenos Aires y no dudé ni un momento: me voy a hacer un año del doctorado a Berlín. Me presenté a la beca. No me salió. Fue mi primer rechazo académico fuerte, quizás mi primer rechazo importante en la vida y estuve tan frustrada y angustiada que por meses lo único que pude hacer fue llorar. Al mismo tiempo se murió mi abuelo y aunque ya estaba enfermo e ido hacía muchos años, su desaparición material fue muy dura para mí. Lo quise y lo quiero muchísimo, lo vi deteriorarse más que una manzana que se pudre lentamente, lo vi perder el control del cuerpo y luego el control de la mente, lo vi ido en mundos que desconozco, mundos que pienso como delirantes y en situaciones de las cuales me reía porque ante todo hay que tomar las cosas con amor y compañía y sinceridad y alegría. Pensé que nada tenía sentido.
Después de unos meses de pensar, decidir, arrepentirme, volver atrás, adelantarme, anticipar, hacer cuentas, deshacerlas, volver a hacerlas, sentirme segura e insegura, decidí venir a Berlín igual, sin beca alemana. Me volví loca haciendo trámites. Estuve loca todos los meses previos a la partida. Estuve nerviosa, ansiosa, desesperada, harta, enojadísima con Buenos Aires, odié a todas las personas a las que amo. Me subí al avión convencidísima de lo que estaba haciendo.
Llegué después de un vuelo larguísimo vía Estados Unidos para que fuera más barato y sentí que todo seguía el curso natural de las cosas. No me angustié. No tuve miedo. No pensé que me había equivocado.
Un amigo que después de estos dos meses voy a recordar siempre como la salvación absoluta hizo que mi aterrizaje en Berlín fuera suave. Había conocido a Juli hacía sólo un año y en realidad durante sólo dos semanas pero desde que llegué fue lo más divino que me pasó. Su compañía fue un colchón para esta caída libre en la que estuve y sigo estando. Ahora él se fue de viaje a Buenos Aires y yo me mudé a su casa. Amo vivir acá pero falta él y sé que eso va a ser difícil.
Estoy sola. Completamente sola. Tengo conocidos pero no tengo ni un amigo, ni una amiga. A veces estar sola me encanta y a veces me aterra.
En Argentina pasaron muchas cosas que me perdí. Fue el Encuentro de Mujeres, donde muchas de mis conocidas armaron grupos de amistades y comunidad de militancia, o al menos eso creo. Eso me lo perdí. En el Encuentro hubo represión policial y lo vi por las noticias y en Facebook desde lejos. En las elecciones los resultados fueron horribles, está todo el mundo desesperado. Yo estoy lejos y me lo perdí.
Me estoy perdiendo todo lo que pasa allá. Es lógico. ¿No era eso lo que quería? Quería estar lejos de todo. Quería abandonar todo y volver a empezar. Quería emprender una aventura. Quería ser el espíritu libre que no soy y transformar ese no en una afirmación enorme. Quería ser creadora en un mundo nuevo.
Hoy en día mis mejores amigos son los libros. Son cómplices de mi soledad. Hoy leí un poema de Mariano Blatt que dice así:

de la compu al boliche del boliche a la cama de la cama a la cocina de la cocina al balcón del balcón al trabajo del trabajo a tu casa de tu casa a la plaza de la plaza a la estación de la estación a mi casa de mi casa a la facu de la facu al trabajo del trabajo a los de mis papás de lo de mis papás a la plaza de la plaza a tu casa de tu casa a la terraza de la terraza al trabajo del trabajo a una fiesta de una fiesta a la cama de la cama a pegar de pegar a la plaza de la plaza a la cancha de la cancha a la estación de la estación a mi casa de mi casa a la compu de la compu al boliche del boliche a la cama de la cama a la cocina de la cocina al aeropuerto del aeropuerto a otro país

viernes, 7 de agosto de 2015

BERLÍN

Hace cinco años pisé Berlín por primera vez, estuve una semana y cuando me fui supe que me había enamorado de la ciudad y me prometí que volvería. Cuando llegué a Buenos Aires me puse a estudiar alemán y tres años después me presenté a una beca para hacer un curso de idioma y cultura allá, una beca que me dieron y gracias a la cual pasé un mes y medio extremadamente frío y con los días más cortos que jamás haya vivido. Reafirmé mi amor y pensé en la posibilidad de vivir ahí un tiempo largo, quizás un tiempo indeterminado, el tiempo del porvenir. El año pasado tuve la posibilidad de volver, esta vez en verano, los días más largos, soleados y coloridos. Todo lo que había sido blanco era, de repente, verde. Todo lo que había sido gris brillaba. Pensé que era una ciudad mágica. En Buenos Aires me volví a presentar a una beca pero esta vez para irme por un año. Estaba convencida de que me la darían, no había ninguna buena razón para que ello no ocurriera. Sin embargo, la beca me fue rechazada. ¿Cómo podía ser que yo hubiera hecho todo lo necesario y aun así las cosas no resultaran como las deseaba? Me deprimí. Pensé mucho en irme o no irme, qué hacer. No tenía respuesta. Dejé pasar los días y con los días las semanas y con las semanas los meses y finalmente con el paso del tiempo, también pasó el dolor. Y retomé mi proyecto con más entusiasmo todavía y todo se demoró y muchas veces pensé que era tarde o que tenía que posponer mis planes y daba vueltas y no tomaba ninguna decisión. No sé cuándo dije exactamente que me iba igual pero así proyecté y así fui concretando paso a paso. Hoy tengo un pasaje para irme un año a vivir a Berlín. Estoy muerta de miedo y muerta de entusiasmo, que quizás en el fondo sean la misma cosa. 

miércoles, 5 de agosto de 2015

cinco años después

Estoy en casa sola a la tarde, me fumo un porro y me pongo a pensar en que me voy a Berlín por un año, en que finalmente, después de tanto tiempo, se materializa ese deseo juvenil de probar vivir en esa hermosa ciudad, esa ciudad que me enamoró desde el principio, esa ciudad de la que Pablo una vez dijo que a todos los que amaban la libertad les pasaba eso de no querer irse, esa ciudad que visité hace cinco años por primera vez y que me hizo ponerme a estudiar alemán para luego poder hacer el Winterkurs y vivir allí un tiempo, un tiempo breve,  sólo un mes y medio, pero a la que ahora voy por más tiempo, un año, un año en Berlín.
Pienso también en todo lo que implica esta experiencia que voy a emprender y en cómo me preparo para ella. Pienso en extrañar, pienso en el amor, pienso en que no puedo ni siquiera imaginarme la posibilidad de enamorarme de alguien acá porque mi cabeza está realmente puesta en otra cosa y ahí está, ahí aparece, como si no pudiera ser de otro modo, Andrés. Como si finalmente pudiera entenderlo. Entender por qué no se iba a enamorar de mí como yo le pedía. Entender que estaba proyectando algo, algo grande, algo que sólo después pude ver lo grande que era, y que era imposible que él me diera ni una cuarta parte de lo que yo le pedía. Pero cómo no pude ver eso en su momento, no lo sé.
Y le escribo un mail contándole que me voy y que supongo que mi cabeza hizo una extraña asociación entre irse al exterior y él y que cómo estás y que si seguís viviendo en París. Yo no me espero nada pero si me llego a esperar algo es una respuesta en tres semanas diciendo que está todo bien, deseándome suerte en Berlín y diciéndome que lo visite en París. Bueno, no. Me responde a los cinco minutos que mi cabeza debe haber hecho algo más que una extraña asociación porque si bien sigue viviendo en Francia ahora está en Buenos Aires de vacaciones por un mes. Y que arreglemos para vernos la semana que viene, que le gustaría ir a tomar algo conmigo. Y yo muy sorprendida le digo que claro que sí. Pero el tiempo se adelanta al tiempo y el sábado me encuentro con Jan y con Lu y vamos a una fiesta que tiene Lu donde va a estar Andrés. Yo estoy nerviosa o no, no lo sé exactamente. Por momentos sí y por momentos no. De alguna forma me imagino lo que va a pasar y cómo me voy a sentir y sé que no está mal. Así que vamos a la fiesta y lo veo y está todo bien. Es raro, no lo voy a negar, siempre es raro ver a alguien después de cinco años. Además yo la última vez que lo vi fue el día en que él se fue a vivir a Francia, o sea, mis recuerdos son recuerdos casi íntegramente hechos de dolor pero verlo no es doloroso, al contrario, muy lindo, es muy alegre, él es muy alegre y yo estoy sinceramente contenta de verlo y de verlo bien. Sólo hay un momento rarísimo en que estamos charlando, medio cerca la verdad, y después bailamos juntos. Ese es un momento confuso, por lo menos para mí. Y cuando me voy me dice que igual arreglemos para vernos en la semana y yo le digo que sí pero que no me haga lo mismo de la otra vez de decirme de vernos y finalmente no escribirme y ahí se sonríe, me dice que no, nos reímos, le digo que está todo bien, nos abrazamos y me voy.

La verdad es que no estoy movilizada en el sentido de preguntarme si me gusta Andrés, por ejemplo. Estoy un poco movilizada porque verlo me hace reencontrarme conmigo, con una parte mía que espero que sea del pasado, pero conmigo siendo caprichosa y demandante y todo lo que fui con él. Unos días después releo algunos mails viejos y no lo puedo creer, no puedo creer las cosas que le decía, los mails que le mandaba, los pedidos de que me llamara, de que me respondiera, de que apareciera, de que me amara, casi de que volviera. Entonces leo eso y me muero de la vergüenza, y tampoco puedo entender cómo él me permitió tanto, cómo no me dijo que no habláramos más porque quizás yo en su momento pensaba que él no me daba nada pero ahora veo que me daba mucho más de lo que yo hoy podría dar a alguien. Y no me gusta ver cómo fui. Eso me fulmina. Pero también pienso que cambié. Todo el tiempo a la noche les preguntaba a las chicas, ¿estoy cambiada? ¿Cambié mucho en estos cinco años? ¿Cuánto? Qué tonta, ¿no? Pero no lo podía evitar. ¿Y él me verá cambiada? ¿Me verá igual? ¿Él habrá cambiado? 

jueves, 9 de julio de 2015

errar es humano

El martes tuve una cita con un chico que conocí por Tinder. Fuimos a tomar una birra y cuando él llegó yo ya estaba sentada en el bar leyendo. Cerré el libro y lo saludé pero él ni siquiera me preguntó qué leía. 
Me habló de cosas de su carrera, lo cual me pareció medio extraño porque ya está recibido. Quizás su pasado es más interesante que su vida actual, aunque también me habló de su trabajo en la constructora, de que es jefe y ahora va a ser más jefe de lo que era antes y que estaba a cargo de muchas personas y que siempre tenía que estar diciéndoles qué hacer porque no siempre sabían y que había elegido a uno de los albañiles para que realizara las tareas que él realizaba antes pero que había tenido que elegir a uno, él más piola, porque no a todos les daba para hacer ese trabajo, o sea, no es que estuviera discriminando pero decía que había que tener cancha para hablar con los clientes y bla ble bli blo blu. 
Tres veces quise hablar y me interrumpió y siguió el curso de lo que él estaba contando y ni una vez agarró la botella de birra para servir. 
Cuando terminamos la primera cerveza fui al baño y le mandé un mensaje a Mica que decía "Me aburro!!!". Cuando miro de nuevo el celular veo que me había equivocado o que mi inconsciente se había apoderado de mí porque el mensaje se lo había mandado a él. Me respondió "wtf". Yo estaba muy fumada y no supe qué hacer. Pensé en decir que era un mensaje viejo (pero era obvio que no), en no decir nada (pero era insostenible), en irme por la puerta de atrás (pero había dejado los puchos sobre la mesa). Esperé a ver si entraba alguien al baño a quien pudiera contarle lo que había pasado para que me dijera qué me convenía hacer. Finalmente decidí afrontar la situación con la verdad y salí del baño con la esperanza de que él se hubiera levantado y se hubiera ido. Pero no, cuando salí, él seguía ahí sentado. Me acerqué y le dije "ay, perdón" y él me dijo "te equivocaste de persona a la que le mandabas el mensaje" y yo, "sí". Después me dijo que era lógico porque nos estábamos conociendo y que si era definitivo y no íbamos a tomar una birra la semana que viene nos fuéramos pero que si no podíamos tomar otra birra y ver qué onda. Yo me sentía muy incómoda por el mensaje equivocado y además realmente me había aburrido y me quería ir a mi casa pero no sabía cómo decírselo sin ser más cruel de lo que ya había sido. Eso duró unos diez minutos hasta que en un momento me dijo que los varones eran más directos, que cuando decían una cosa significaba eso y que las mujeres eran más enroscadas y que no lo decía de machista. Agradecí para mis adentros que dijera algo que me cayera lo suficientemente mal como para no sentirme mal por ser sincera y le dije que no volvería a tomar una birra con él la semana que viene ni la otra y que me parecía mejor pedir la cuenta y que nos fuéramos. Y eso hicimos. 

domingo, 21 de junio de 2015

Día del padre

Ah, sí. Es el día del padre. Pues no tengo nada que festejar. Y no porque sea un día comercial o inventado para alentar el consumo. ¿Qué, acaso, en este mundo no cumple con esas dos condiciones?

No voy a festejar, en primer lugar, porque no tengo padre. Tuve padre hasta los quince años y desde ahí dejé de tenerlo. Él eligió para él, para su vida, caminos que lo ausentaban de la mía. No tengo, en el fondo, ningún problema con eso. Cada uno elige para sí lo que quiere o lo que puede. Sí creo, y soy muy firme con esto, que hay que ser responsable por lo que se elige. Y esto en el sentido más estricto de la palabra: hay que responder por las elecciones que tomamos en la vida. Él no puede pretender que sus acciones no tengan consecuencias. Si eligió no participar como padre en la vida de sus hijas, muy bien, no hay problema pero que no pretenda que después lo llamemos padre o tengamos ganas de verlo cuando viene de visita al país. Acá el performativo no funciona: él puede decir que es mi “papá” todo lo que quiera, y aun así…

Los últimos doce años festejé, en realidad, el día del abuelo cuando era el día del padre. Supongo que al principio íbamos a comer afuera o hacíamos alguna linda salida. Quizás no, quizás siempre fueron almuerzos en la casa de mis abuelos. Los últimos años mi abuelo ya no salía de su casa, estaba muy enfermo y a medida que avanzaba el tiempo perdía motricidad, lucidez, principio de realidad (aunque eso en algún momento fue gracioso)… Al final ya ni siquiera disfrutaba de las dos cosas que más le habían dado placer en toda su vida: el fútbol y la comida.

A él sí que lo extraño y quizás siempre vaya a extrañarlo. Unas semanas después de que mi abuelo se hubiera muerto tuve un sueño en el que para festejar el cumpleaños de mi hermana íbamos a ir a un parque a pasar el día. Mi abuelo decía que no iba a poder venir porque no se sentía bien y agregaba: "las chicas van a saber entender y se van a acordar de que antes sí iba siempre con ellas a los parques. Y quiero decirles que el último tiempo no entendí nada pero sentí todo".


Yo, hoy, no tengo mucho para festejar. 

miércoles, 1 de abril de 2015

Las mujeres de mi vida

Mi vieja, que me enseñó que siempre hay tiempo de reinventarse
Mi abuela y su amor incondicional
Mi hermana, su locura y la mía
Las viejas amigas a las que ya no veo
Con las que me peleé
Las nuevas amigas
Las amigas del fútbol
que se convirtieron en las amigas de siempre
Flor, mi amigovia
Britney y el pop
La chica que no me eligió
A las que les dije que no
Y con las que algo pasó
Las que trazaron mi sendero académico
Las que me acercaron al feminismo
Virginia Cano, su dedicación y su sensibilidad
Las que en la calle se detienen a mirar qué llevo puesto
Dina y la transmisión de la vida paleo
Las ALTAS WACHAS y su flow
Las que rivalizan y las que conforman comunidad
Mi ginecóloga
Mi endocrinóloga
Las vendedoras de ropa
La que se fue
Yo
Qué extraña manera de encontrarse
Qué manera de gustarse
Qué manera de entenderse y qué manera de calentarse
Y de pasarla bien
Y de conocerse
Y de compartir y de amarnos
Y amarnos, amarnos, amarnos.

Y después
qué manera de aburrirse
Qué manera de cansarse
Qué manera de achancharse,
de perder la motivación, las ganas, el deseo
De quedarme dormida.

Qué manera de perdernos
Qué manera de desenamorarme.

Y al final
qué manera de pelearnos, de odiarnos
De lastimarnos.

Y pronto
qué manera de olvidarnos.

Los varones de mi vida

Mi padre ausente
Mi abuelo enfermo
Mi tío en el extranjero
Mi ex novio y el amor y el fin del amor
Los que me rompieron el corazón
Los que me aburrieron
A los que dejé sin razón
Con los que tuve sólo sexo casual
Mis amigos putos
Y los amigos putos de mis amigos putos
Mi amigo piedra el mejor
Los que me gritan cosas en la calle
Mi primer psicoanalista
Mis compañeritos del colegio que me decían "gorda"
Mis amigos de la adolescencia
Mis compañeros de la facultad, los buenos y los malos
Un docente ensañado
Roberto Bolaño, incondicional
Los novios de mis amigas
Los músicos
Los potenciales violadores, que en el fondo son todos o casi todos
El que me abandonó o que yo sentí que me abandonó
Los imaginarios
Con los que aprendí mucho
Con los que no aprendí nada aunque eso sea imposible
Los colectiveros
El verdulero
Mi primer amor
Yo.

miércoles, 11 de marzo de 2015

menstruaciones sucias, olorosas y llenas de pudor

Menstrué por primera vez a los once años. Habíamos hecho un viaje familiar en el que yo había estado insoportable y al volver a Buenos Aires me indispuse por primera vez. Si mal no recuerdo, había una reunión familiar en mi casa y yo estaba en el cuarto de mi hermana con ella, mis primas y una amiga. Fui al baño y vi la sangre en mi bombacha. No recuerdo exactamente qué pensé o sentí o intuí en ese momento. Sé que me acerqué a mi mamá y le pedí que nos apartáramos un momento y le dije "mamá, tengo sangre en la bombacha" o "mamá, me indispuse" o "mamá, menstrué" y "no se lo cuentes a nadie". Mi mamá tampoco se acuerda de los pormenores de la situación pero dice que yo sabía exactamente lo que me estaba pasando (?), que me lo tomé muy bien y que me debe haber dado una toallita diaria y listo. Después, desoyendo mis palabras, se lo contó a mi papá y a mi abuela y quién sabe a quién más. Cuando me enteré me enojé muchísimo, no sé por qué, pero seguramente porque consideraba que la menstruación era algo íntimo y no quería que nadie lo supiera.

Después vinieron algunos años un poco tortuosos en lo relacionado a este tema. Fui una de las primeras de mis amigas en indisponerme y, como era muy irregular (lo sigo siendo), la menstruación podía agarrarme en cualquier situación. Aparecía manchada. Sin toallitas. Con olor. No usaba tampones así que en verano esos días no podía ir ni a la pileta ni a la playa.

Eran cuatro o cinco días en los cuales todo el tiempo sentía que estaba manchada o que olía a menstruación. Que todas las personas alrededor mío podían darse cuenta de "eso". Me daba muchísima vergüenza. Por las noches no había toallita que alcanzara y me despertaba siempre con la bombacha ensangrentada. 

No sé si porque eran épocas de exploración de la propia corporalidad o por la picazón o por qué, por las mañanas me despertaba con los dedos menstruados. Todas las que hayan pasado por una situación así saben que esa sangre metida entre las uñas y pegada a la cutícula de los dedos no es tan fácil de sacar. Ni el cepillo ni la piedra pomez alcanzaban para limpiarme completamente. Y así pasaba mis días en el colegio, ocultando mis manos, avergonzándome. ¿Pero avergonzándome de qué? ¿De menstruar, de tocarme, de no poder limpiarme? Me avergonzaba pensar que era la única a la que le pasaba. Que no era normal. Lo peor de todo es que yo sabía que no era la única, tenía una amiga a la que le pasaba lo mismo, aunque nunca hablamos de eso. Lo sabía porque lo veía. Veía sus dedos, sus uñas, veía sus pantalones manchados. Pero nunca lo hablamos. De hecho me acuerdo de que una vez una compañera me comentó algo sobre esta chica, que estaba sucia o que olía a menstruación. ¿Y yo? Horrorosa cómplice de un sistema que nos oprimía a todas, quizás pensando que si yo también la criticaba nadie iba a saber que a mi me pasaba lo mismo, yo asentí y dije "sí, qué asco". 

Pienso ahora, muchos años después, y tras haber transitado por reflexiones feministas, en cómo serían las cosas si en vez de avergonzarnos de lo que nos pasa, si en vez de criticarnos y juzgarnos y sentirnos y hacernos sentir culpables las unas a las otras, si en vez de todo eso pudiéramos hablar, hablar entre amigas, hablar entre compañeras, compartir nuestras experiencias, narrar lo que nos pasa. Nos invito a dejar de callar.
El amor puede ser una muy hermosa experiencia en la cual aprendemos a estar con otras personas y a conformar una comunidad. Pero también puede ser un lugar de refugio y comodidad, donde nos quedamos ancladxs y nos impedimos despegar hacia nuevas vivencias.
Cuando N me dejó estuve muy apenada pensando en todo lo que me perdía de vivir con ella. Realmente quería construir algo ahí. Ahora con un poco de distancia veo todas las puertas que abrí en estos meses y pienso que quizás, si ella me hubiera permitido quedarme en ese espacio, no habría abierto.
Esta es mi reflexión del día de hoy. Y eso que todavía no fui al Havana que abrieron en la esquina de casa.

domingo, 18 de enero de 2015

un abecedario para el dosmilquince

A de azar
B de Berlín, baile, becas
C de canto
D de decisión
E de escritura, experimentos, espera y éxito
F de fantasía visceral
G de gastronomía
H de hojas blancas
I de intereses nuevos
J de Javiera Mena
K de Kreuzberg y Kottbusser Tor
L de libertad y de libros
M de mí
N de nohacernadaquenoquiera
O de ostracismo
P de poiesis
Q de quéquéqué, qué vendrá
R de Roberto Bolaño
S de soledad
T de twerk
U de übertreffen
V de viajes y voluntad
W de Wanderin
X de seXo
Y de ya
Z de zambullirse

sólo besos

No es la primera vez que nos besamos. No creo tampoco que sea la última pero eso nunca se sabe. Lo que podría sonar extraño, pero en este caso no lo es, es que ninguna de las dos veces que me besó quiso luego coger conmigo.
La primera vez fue en una fiesta hace casi un año. Era uno de esos momentos en los que pienso que tengo que estar con alguien solamente para activar mi vida sexual pero en realidad no tengo ganas ni de estar con nadie ni mucho menos de activar mi vida sexual. Así que fue bastante bueno que nos diéramos unos divertidos besos, después de unas divertidas discusiones, casi peleas, y nada más. 
La segunda, la semana pasada, nos quedamos charlando hasta las cinco de la mañana. Hablamos de muchas cosas. Le conté la historia de N y al final me dijo lo que te molesta no es que te haya mentido sino que no te haya elegido. Le respondí que las cosas eran más complejas pero que si necesitaba simplificarlo no tenía problema en aceptar que me molestaba que no me hubiera elegido. Él también me contó de su actual historia de desamor que lo llevó a elaborar la teoría de que son (¿somos?) todas unas hijas de puta. Nada muy novedoso. Nada que no haya sido dicho antes. Nada que no vaya a ser dicho después.
Cuando nos estábamos yendo recordamos la primera vez que nos besamos y que no cogimos y él me dijo que estaba por pasar lo mismo, yo le respondí que estaba bien, que me gustaba la idea de que fuéramos un poco amigos y que de vez en cuando nos besáramos.

martes, 6 de enero de 2015

Espontáneo primer encuentro

Escribo para registrar la primera sesión no-oficial de la Fantasía Visceral.
Pensaba quedarme en casa pero a la tarde me habló Vicente Quintreleo y me invitó a cenar a su casa por el cumple de su novio Seba. Fuimos con Fede Kabán y Matías de Albuquerque y allá estaban ellos con su amiga Noe.
Me pasaron a buscar Fede y Mati y fuimos a su casa en Bernal. Dejaron sus cosas y buscaron otras y fuimos a lo de Iván, que les prestó la pelopincho por el mes que va a estar de viaje.
Con poco gas en el auto emprendimos la partida hacia Dock Sud, a la casa de Vicente y Seba.
Últimamente zona sur se está convirtiendo en mi segunda casa
En lo de los chicos conversamos de temas múltiples, jugamos a los dardos, bebimos vino y alcoholes varios y los entendidos en música tocaron sus instrumentos mientras cantábamos canciones del indie chileno y cumbia. Después comimos un vacío al horno muy rico que preparó Vicente y para la sobremesa decidimos subir a la terraza.
No sé muy bien cómo terminamos teniendo la primera reunión de la Fantasía Visceral. Leímos poemas y textos que ya teníamos escritos. Fue muy hermoso poder compartir, leer mis textos en voz alta y escuchar a los amigos leyendo en voz alta sus propias poesías. Me llevé una de Vicente que dice así:

Haremos una fiesta
celebrando todo.
Seremos erotismo, desnudos.
Consumiendo la dicha
de estar vivos.
Bailaremos y reíremos,
ante los accidentes de las autopistas,
muy leves según los ojos especializados.
Reíremos, Aleluya, Reíremos.

Y así doy por comenzada la secuencia de lo que, espero, sean largos encuentros de la Fantasía Visceral.

sábado, 3 de enero de 2015

Están en el Impala de Quim Font
y García Madero les hace preguntas difíciles
a Ulises Lima y a Arturo Belano.
A Lupe no porque piensa
que no va a saber ni por asomo
las respuestas.
En efecto, ella no tiene idea
pero también hace sus preguntas difíciles.
Las de García Madero versan sobre las formas poéticas
y las de Lupe sobre las formas callejeras.

Belano no se sabe ninguna de las respuestas
a las preguntas de García Madero,
pero se sabe casi todas las de Lupe.
Cosa curiosa porque después
García Madero explica con lujo de detalles
y hasta con ejemplos
las formas poéticas por las que había preguntado.
O a veces lo hace Ulises Lima.
O sea que Bolaño se las sabe todas
pero Belano no se sabe ninguna.


jueves, 1 de enero de 2015

Del real visceralismo a la fantasía visceral

Estuve todo el día sumergiéndome en el mundo de Bolaño. Primero vi una entrevista que le hicieron en un programa de televisión chileno y después avancé con Los Detectives Salvajes. En la entrevista Bolaño hablaba de su obra, de su vida, de sus amigos poetas y de los poetas en general. Rescaté las siguientes frases:

"La poesía para mí es un gesto, más que un acto, de adolescente. Del adolescente frágil, inerme, que apuesta lo poco que tiene por algo que no se sabe muy bien qué es. Y que generalmente pierde."

"Yo creo que todos los escritores, incluso los más mediocres, los más falsos, los peores escritores del mundo, han sentido durante un segundo la sombra de ese éxtasis. Sin duda el éxtasis no da el sentido, el éxtasis tal cual queda. Y alguien que lo siente durante un segundo y luego retorna a su mediocridad existencial es evidente que no se ha metido en el éxtasis, porque el éxtasis es terrible, ¿no? Es abrir los ojos ante algo que... es difícil de nombrar y difícil de soportar."

(Como respuesta a la pregunta de si había que ser valiente para ser poeta): "No, hay grandes poetas cobardes. Pero para ser poeta hay que tener la valentía de mirarse en un espejo negro, vamos a suponer, y saber si uno es cobarde o valiente."

"A veces uno lee además a poetas que te parecen muy malos o te parecen muy buenos y al cabo del tiempo tienes una opinión totalmente diferente. Envejecen dentro de ti."

De la entrevista también rescaté los nombres de Nicanor Parra y la antipoesía, Enrique Lihn, Juan Villoro, el guatemalteco Rodrigo Rey Rosa, César Aira, Javier Marías y Vila Matas. 
A Juan Villoro lo leí y me encanta. A Vila Matas lo leí y también me encanta. Se empieza a trazar un sendero literario. 
Por supuesto tengo pendiente a Mario Santigo Papasquiaro, que era el amigo íntimo de Bolaño, Ulises Lima, quien decía, según citó Bolaño en esta entrevista, si he de vivir que sea sin timón y en el delirio. 

Tengo la idea de que en algún momento le dedicaré largos años de mi vida a trabajar sobre la obra y la vida de Bolaño, a analizar sus personajes, a sistematizar sus apariciones en los diferentes libros, vincularlos con los poetas en los que están basados. También tengo la idea de armar un grupo de producción literaria o de producción artística en general y me gustaría que Fede Kabán, Matías de Albuquerque y Vicente Quintreleo participaran de él. Me gustaría que tuviéramos reuniones en las cuales leyéramos o discutiéramos de literatura y que tomáramos vino o eventualmente whisky (aunque yo por ahora no tomo whisky) y que nos emborracháramos y que deliráramos interpretando o simplemente inventando o diciendo cosas que tengan sentido o no, qué más da. Me gustaría que nos llamáramos La fantasía visceral.
Por momentos tengo miedo de trastornarme y pienso que lo mismo podría hacer todas estas cosas por el camino de la cordura o por el camino de la locura y lo que en realidad me da miedo es saberme capaz de elegir el camino del delirio.