Soy la maría antonieta del siglo XXI, y al que quiera cortarme la cabeza, le recuerdo que después de la Revolución vino el Terror.

domingo, 27 de diciembre de 2015

citas uno y dos

Son dos o tres cosas las que sé de él antes de nuestra cita. La primera, que se llama Martin y que tiene 34 años. La segunda, que en las fotos que eligió subir a la plataforma virtual a través de la cual nos conocimos se ve lindo, lo cual no es, en el fondo, indicio de absolutamente nada si teorizo a partir de mis últimas experiencias. Pero es alemán, nacido en Berlín, y yo no tengo mucho que perder así que nos encontramos el martes por la noche en un bar a tomar algo. Cuando llega lo primero que noto es que es bello. Es bellísimo. De esa belleza alemana casi aria: alto, rubio, ojos claros. Y no tiene algo que tienen muchos varones acá, que es unas tremendas entradas que intentan disimular llevando el pelo que está más atrás hacia adelante, gesto estético que encuentro sinceramente horrible. Martin sonríe y me charla en alemán. Yo le advierto que a veces cuando no entiendo lo que la gente dice y no tengo ganas de repreguntar simplemente sonrío y asiento e invento en mi cabeza lo que creo que la persona podría estar diciendo. Primero conversamos, obviamente, del clima, que es un tópico recurrente acá en Berlín, luego de nuestras vidas, de qué vamos a hacer en Navidad y Año nuevo (otro tópico recurrente en estos días - he de confesar que las conversaciones acá son todas un poco parecidas). Martin nació en la DDR así que le pido que me cuente de su infancia, eso nos lleva a discurrir sobre socialismo y capitalismo y terminamos teniendo una discusión sobre el poder y la libertad. Él tiene una visión clásica de ambos conceptos, lo cual me desilusiona un poco, pero cuando le explico mi perspectiva parece comprenderla y al final es un momento interesante. Nos besamos y como nos gusta seguimos besándonos. Vamos a otro bar en nuestras bicicletas. En ese momento yo creo que él querría invitarme a su casa pero que no lo hace por pudor, o porque no sabe si es adecuado o no, si no es mejor esperar. Finalmente me invita y yo acepto y él vive a media cuadra de "el lugar más lindo del mundo", como llamamos con algunas amigas al lugar más lindo del mundo. El sexo funciona y fluye y la pasamos bien. Al día siguiente me voy andando en bicicleta a mi casa con una hermosa sensación. Por fin, después de tanto tiempo, alguien me gusta. Los días siguientes mi fantasía se desarrolla con intensidad. Eso me entusiasma pero ese entusiasmo se convierte en un leve pánico el día de nuestra segunda cita, pánico de que me guste demasiado, pánico de que sea recíproco, pánico que hace que Martin me deje de gustar pero me tranquilizo y en la cita vuelve a resultar todo como la primera vez, a saber, bien. En su casa pasa algo que no entiendo y yo empiezo a sentirlo reacio o disconforme, como si hubiera escuchado algo en mí que no le gustó, o quizás yo escuché algo en él que a mí no me gustó, o quizás nos pasó lo mismo a los dos o quizás no pasó nada aunque para mí, o en mí, algo pasó. 

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