Soy la maría antonieta del siglo XXI, y al que quiera cortarme la cabeza, le recuerdo que después de la Revolución vino el Terror.

viernes, 7 de agosto de 2015

BERLÍN

Hace cinco años pisé Berlín por primera vez, estuve una semana y cuando me fui supe que me había enamorado de la ciudad y me prometí que volvería. Cuando llegué a Buenos Aires me puse a estudiar alemán y tres años después me presenté a una beca para hacer un curso de idioma y cultura allá, una beca que me dieron y gracias a la cual pasé un mes y medio extremadamente frío y con los días más cortos que jamás haya vivido. Reafirmé mi amor y pensé en la posibilidad de vivir ahí un tiempo largo, quizás un tiempo indeterminado, el tiempo del porvenir. El año pasado tuve la posibilidad de volver, esta vez en verano, los días más largos, soleados y coloridos. Todo lo que había sido blanco era, de repente, verde. Todo lo que había sido gris brillaba. Pensé que era una ciudad mágica. En Buenos Aires me volví a presentar a una beca pero esta vez para irme por un año. Estaba convencida de que me la darían, no había ninguna buena razón para que ello no ocurriera. Sin embargo, la beca me fue rechazada. ¿Cómo podía ser que yo hubiera hecho todo lo necesario y aun así las cosas no resultaran como las deseaba? Me deprimí. Pensé mucho en irme o no irme, qué hacer. No tenía respuesta. Dejé pasar los días y con los días las semanas y con las semanas los meses y finalmente con el paso del tiempo, también pasó el dolor. Y retomé mi proyecto con más entusiasmo todavía y todo se demoró y muchas veces pensé que era tarde o que tenía que posponer mis planes y daba vueltas y no tomaba ninguna decisión. No sé cuándo dije exactamente que me iba igual pero así proyecté y así fui concretando paso a paso. Hoy tengo un pasaje para irme un año a vivir a Berlín. Estoy muerta de miedo y muerta de entusiasmo, que quizás en el fondo sean la misma cosa. 

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