Soy la maría antonieta del siglo XXI, y al que quiera cortarme la cabeza, le recuerdo que después de la Revolución vino el Terror.

domingo, 7 de diciembre de 2014

Fue un fin de semana muy intenso.
El viernes tuvimos la muestra de fin de año con ALTAS WACHAS en la Plop. Venimos preparando el evento con mucho entusiasmo. Hace un mes y medio que nos encerramos sábados y domingos a ensayar, a repetir una y otra vez la coreo hasta que salga. Le pusimos mucha energía y el viernes estuve llena de nervios y de miedo por mostrar algo que empecé a hacer y que me encanta y no saber si sale exactamente bien o mal, cómo se ve desde afuera, por la exposición y la posibilidad de equivocarse. Por suerte el show estuvo bárbaro, nosotras la pasamos muy bien y a la gente le encantó. 
El sábado tuve el casamiento de mis amigos Fede y Mati, lo cual me movilizaba en más de un sentido. Para empezar, fue un hermoso casamiento que me hizo repensar en el amor y sobre todo en el amor comunitario. El casamiento de Fede y Mati, más allá de las cuestiones de derecho, tiene una carga simbólica por la gran familia que construyeron y con la cual quisieron compartir un momento de festejo, de agradecimiento y de alegría.
Además obviamente me ponía nerviosa ver a N. Por suerte ya nos habíamos visto y las dos sabíamos que estaba "todo bien". Pero "todo bien" es una frase vacía que puede significar muchísimas cosas: indiferencia absoluta, buena onda superficial, enojo escondido, olvido, resignación... En mi caso suele ser resentimiento absoluto, resentimiento por ella pero por todas las ex parejas que me rompieron el corazón, por el supuesto fracaso del amor, por el azar y los otros cuando no se amoldan a mis deseos ni a mis planes. La revelación de ayer fue que no sólo no estoy resentida, no quiero estar resentida, sino que además estoy agradecida. Agradecida por lo compartido, por lo aprendido y por lo que me llevo para mi. Resentimiento o agradecimiento no dependen de la otra persona, sino de nuestra actitud hacia ellxs y hacia la vida. Revolución copernicana, cambio de paradigma. Obviamente no me refiero a una posición jipi de amor incondicional, sino a concebir la vida como construcción y destrucción, dejar de desear que todo permanezca, amar el cambio. 

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