Soy la maría antonieta del siglo XXI, y al que quiera cortarme la cabeza, le recuerdo que después de la Revolución vino el Terror.

sábado, 9 de enero de 2016

el orden de las cosas

En septiembre

llegada y
todo nuevo
todavía es primavera
visitas de amigas
hablar en alemán en el supermercado
tempelhof
cerveza mucha cerveza
conocer gente
okcupid tinder bares
bicicleta
trámites y
la emoción de lo nuevo


Octubre vino con

más ansiedad
necesidad de establecerse
y descubrir los colores otoñales
una tarde en el hasendeide
soledad 
inicio de las clases 
viaje a la haya
hartazgo de gente nueva y
quiero amigues
vamos a nadar
probar algunas clases de baile
nada me satisface


Para noviembre


mudanza
más visitas de amigas con novios
expectativas frustración y
principio de realidad
soledad soledad soledad
hasta que un día
una amiga
y al otro día
otra amiga
y después
amigues de amigues
biblioteca
sufrir la argentina desde lejos
un frío que todavía es amigable
empezar a pensar en que


Diciembre

es el mes de mi cumpleaños 
y la sorpresa
y ya estar instalada pero 
los meses de ansiedad no vinieron solos
con ellos el chocolate y
con el chocolate los kilos de más
malestar
una y otra vez vuelve mi problema
del cuerpo
de las indecisiones
volver a pensar en el amor
por lo menos para tener una fantasía


Pero en enero

año nuevo vida nueva

estudiar
leer
viajar
bailar
nadar
abrigarse porque
llegó el frío pero en serio
los reyes magos traen
nieve 
estoy preparada me encanta
la nieve

domingo, 27 de diciembre de 2015

citas uno y dos

Son dos o tres cosas las que sé de él antes de nuestra cita. La primera, que se llama Martin y que tiene 34 años. La segunda, que en las fotos que eligió subir a la plataforma virtual a través de la cual nos conocimos se ve lindo, lo cual no es, en el fondo, indicio de absolutamente nada si teorizo a partir de mis últimas experiencias. Pero es alemán, nacido en Berlín, y yo no tengo mucho que perder así que nos encontramos el martes por la noche en un bar a tomar algo. Cuando llega lo primero que noto es que es bello. Es bellísimo. De esa belleza alemana casi aria: alto, rubio, ojos claros. Y no tiene algo que tienen muchos varones acá, que es unas tremendas entradas que intentan disimular llevando el pelo que está más atrás hacia adelante, gesto estético que encuentro sinceramente horrible. Martin sonríe y me charla en alemán. Yo le advierto que a veces cuando no entiendo lo que la gente dice y no tengo ganas de repreguntar simplemente sonrío y asiento e invento en mi cabeza lo que creo que la persona podría estar diciendo. Primero conversamos, obviamente, del clima, que es un tópico recurrente acá en Berlín, luego de nuestras vidas, de qué vamos a hacer en Navidad y Año nuevo (otro tópico recurrente en estos días - he de confesar que las conversaciones acá son todas un poco parecidas). Martin nació en la DDR así que le pido que me cuente de su infancia, eso nos lleva a discurrir sobre socialismo y capitalismo y terminamos teniendo una discusión sobre el poder y la libertad. Él tiene una visión clásica de ambos conceptos, lo cual me desilusiona un poco, pero cuando le explico mi perspectiva parece comprenderla y al final es un momento interesante. Nos besamos y como nos gusta seguimos besándonos. Vamos a otro bar en nuestras bicicletas. En ese momento yo creo que él querría invitarme a su casa pero que no lo hace por pudor, o porque no sabe si es adecuado o no, si no es mejor esperar. Finalmente me invita y yo acepto y él vive a media cuadra de "el lugar más lindo del mundo", como llamamos con algunas amigas al lugar más lindo del mundo. El sexo funciona y fluye y la pasamos bien. Al día siguiente me voy andando en bicicleta a mi casa con una hermosa sensación. Por fin, después de tanto tiempo, alguien me gusta. Los días siguientes mi fantasía se desarrolla con intensidad. Eso me entusiasma pero ese entusiasmo se convierte en un leve pánico el día de nuestra segunda cita, pánico de que me guste demasiado, pánico de que sea recíproco, pánico que hace que Martin me deje de gustar pero me tranquilizo y en la cita vuelve a resultar todo como la primera vez, a saber, bien. En su casa pasa algo que no entiendo y yo empiezo a sentirlo reacio o disconforme, como si hubiera escuchado algo en mí que no le gustó, o quizás yo escuché algo en él que a mí no me gustó, o quizás nos pasó lo mismo a los dos o quizás no pasó nada aunque para mí, o en mí, algo pasó. 

martes, 24 de noviembre de 2015

la vida es una mierda, sí

La vida es una mierda, sí.
El nuevo presidente de tu país es un neoliberal de la derecha más recalcitrante del país.
Y vos estás tan lejos.
No podés llorar con tu pueblo. No podés abrazar a tus compañerxs. No vas a estar para despedir a la mejor presidenta que tuvo la Argentina. 
Así que te encerrás en tu casa (igual la temperatura bajó a -2°, es lo mejor que podés hacer) y te ponés a ver videos de Néstor. Esos videos te llevan a otros y terminás siendo un mar de lágrimas mientras te acordás del 2001, del 2003, del 2008 y de ayer. 
En medio de esta hecatombe te hacés nuevxs amigxs latinoamericanxs y pensás en la Patria Grande hasta que un brasileño gay de derechas te pregunta por qué no estás contenta con el nuevo presidente y te pide que le expliques el temita de la inflación y el cepo cambiario.
Pero llegás a tu casa y te llegó Amberes de Bolaño. Pensás en ese increíble escritor chileno que vivió en Mexico, que vivió en España, que vivió todo, que creyó en todo y se jugó todo y perdió todo y entonces sabés que no hay esperanza pero que hay magia y pedís desesperada que alguien te abrace hasta que vuelva Cristina y te metés en la cama a leer porque sabés justamente eso, que no hay esperanza pero que hay magia. 

domingo, 1 de noviembre de 2015

Llegada a Berlín

En 2010 pisé Berlín por primera vez en mi vida y supe que en algún momento querría vivir en esta ciudad. Algo me maravilló, me encantó, me fascinó. No supe en su momento exactamente qué era y quizás no lo sepa nunca. Es incluso posible que no haya sido más que una fantasía pero una fantasía tan movilizadora que apenas volví a Buenos Aires decidí empezar a estudiar alemán para presentarme a una beca para hacer un curso por dos meses acá. Tres años estudié y me presenté a la beca y la obtuve y así pasé mi primer tiempo acá que no fue meramente como turista (aunque un poco lo era porque dos meses, en su momento no lo sabía pero ahora sí, dos meses no son nada). Volví a Buenos Aires con ganas de estudiar en algún momento en Berlín porque sabía que la academia era la vía más fácil para acceder a una visa pero también porque eso es lo que quiero hacer en mi vida (creo). En 2014 me banqué todo un viaje a Israel porque el pasaje a Berlín era más barato desde allá que desde Buenos Aires y la pasé muy mal, tan mal que pensaba que no tenía que ver con el viaje ni con el país en el que estaba sino que pensaba que la que estaba mal era yo. Pero pisé suelo berlinés y en segundo cambió mi humor, cambió mi estado y cambió todo. Llegué a las once y media de la noche, agotada por un vuelo que había salido tarde, escuchando los goles del partido Alemania Brasil del mundial desde el tren. Después de subir cuatro pisos por escaleras mis pesadas valijas en la casa de una prima estaba agotada y toda sudada. No importaba nada. Estaba en Berlín. Así que me duché y salí a caminar. Compré una cerveza en un späti y me fui a encontrar con Flor. Y no fue sólo un encuentro en términos superficiales sino que ese mes juntas en Berlín significó un reencuentro de nuestra amistad que tuvo tantas idas y vueltas que no puedo sino decir que es mi amiga de siempre. Y el verano era aún más hermoso que el invierno y Berlín era más increíble con 26 que con 22 años. Llegué a Buenos Aires y no dudé ni un momento: me voy a hacer un año del doctorado a Berlín. Me presenté a la beca. No me salió. Fue mi primer rechazo académico fuerte, quizás mi primer rechazo importante en la vida y estuve tan frustrada y angustiada que por meses lo único que pude hacer fue llorar. Al mismo tiempo se murió mi abuelo y aunque ya estaba enfermo e ido hacía muchos años, su desaparición material fue muy dura para mí. Lo quise y lo quiero muchísimo, lo vi deteriorarse más que una manzana que se pudre lentamente, lo vi perder el control del cuerpo y luego el control de la mente, lo vi ido en mundos que desconozco, mundos que pienso como delirantes y en situaciones de las cuales me reía porque ante todo hay que tomar las cosas con amor y compañía y sinceridad y alegría. Pensé que nada tenía sentido.
Después de unos meses de pensar, decidir, arrepentirme, volver atrás, adelantarme, anticipar, hacer cuentas, deshacerlas, volver a hacerlas, sentirme segura e insegura, decidí venir a Berlín igual, sin beca alemana. Me volví loca haciendo trámites. Estuve loca todos los meses previos a la partida. Estuve nerviosa, ansiosa, desesperada, harta, enojadísima con Buenos Aires, odié a todas las personas a las que amo. Me subí al avión convencidísima de lo que estaba haciendo.
Llegué después de un vuelo larguísimo vía Estados Unidos para que fuera más barato y sentí que todo seguía el curso natural de las cosas. No me angustié. No tuve miedo. No pensé que me había equivocado.
Un amigo que después de estos dos meses voy a recordar siempre como la salvación absoluta hizo que mi aterrizaje en Berlín fuera suave. Había conocido a Juli hacía sólo un año y en realidad durante sólo dos semanas pero desde que llegué fue lo más divino que me pasó. Su compañía fue un colchón para esta caída libre en la que estuve y sigo estando. Ahora él se fue de viaje a Buenos Aires y yo me mudé a su casa. Amo vivir acá pero falta él y sé que eso va a ser difícil.
Estoy sola. Completamente sola. Tengo conocidos pero no tengo ni un amigo, ni una amiga. A veces estar sola me encanta y a veces me aterra.
En Argentina pasaron muchas cosas que me perdí. Fue el Encuentro de Mujeres, donde muchas de mis conocidas armaron grupos de amistades y comunidad de militancia, o al menos eso creo. Eso me lo perdí. En el Encuentro hubo represión policial y lo vi por las noticias y en Facebook desde lejos. En las elecciones los resultados fueron horribles, está todo el mundo desesperado. Yo estoy lejos y me lo perdí.
Me estoy perdiendo todo lo que pasa allá. Es lógico. ¿No era eso lo que quería? Quería estar lejos de todo. Quería abandonar todo y volver a empezar. Quería emprender una aventura. Quería ser el espíritu libre que no soy y transformar ese no en una afirmación enorme. Quería ser creadora en un mundo nuevo.
Hoy en día mis mejores amigos son los libros. Son cómplices de mi soledad. Hoy leí un poema de Mariano Blatt que dice así:

de la compu al boliche del boliche a la cama de la cama a la cocina de la cocina al balcón del balcón al trabajo del trabajo a tu casa de tu casa a la plaza de la plaza a la estación de la estación a mi casa de mi casa a la facu de la facu al trabajo del trabajo a los de mis papás de lo de mis papás a la plaza de la plaza a tu casa de tu casa a la terraza de la terraza al trabajo del trabajo a una fiesta de una fiesta a la cama de la cama a pegar de pegar a la plaza de la plaza a la cancha de la cancha a la estación de la estación a mi casa de mi casa a la compu de la compu al boliche del boliche a la cama de la cama a la cocina de la cocina al aeropuerto del aeropuerto a otro país

viernes, 7 de agosto de 2015

BERLÍN

Hace cinco años pisé Berlín por primera vez, estuve una semana y cuando me fui supe que me había enamorado de la ciudad y me prometí que volvería. Cuando llegué a Buenos Aires me puse a estudiar alemán y tres años después me presenté a una beca para hacer un curso de idioma y cultura allá, una beca que me dieron y gracias a la cual pasé un mes y medio extremadamente frío y con los días más cortos que jamás haya vivido. Reafirmé mi amor y pensé en la posibilidad de vivir ahí un tiempo largo, quizás un tiempo indeterminado, el tiempo del porvenir. El año pasado tuve la posibilidad de volver, esta vez en verano, los días más largos, soleados y coloridos. Todo lo que había sido blanco era, de repente, verde. Todo lo que había sido gris brillaba. Pensé que era una ciudad mágica. En Buenos Aires me volví a presentar a una beca pero esta vez para irme por un año. Estaba convencida de que me la darían, no había ninguna buena razón para que ello no ocurriera. Sin embargo, la beca me fue rechazada. ¿Cómo podía ser que yo hubiera hecho todo lo necesario y aun así las cosas no resultaran como las deseaba? Me deprimí. Pensé mucho en irme o no irme, qué hacer. No tenía respuesta. Dejé pasar los días y con los días las semanas y con las semanas los meses y finalmente con el paso del tiempo, también pasó el dolor. Y retomé mi proyecto con más entusiasmo todavía y todo se demoró y muchas veces pensé que era tarde o que tenía que posponer mis planes y daba vueltas y no tomaba ninguna decisión. No sé cuándo dije exactamente que me iba igual pero así proyecté y así fui concretando paso a paso. Hoy tengo un pasaje para irme un año a vivir a Berlín. Estoy muerta de miedo y muerta de entusiasmo, que quizás en el fondo sean la misma cosa. 

miércoles, 5 de agosto de 2015

cinco años después

Estoy en casa sola a la tarde, me fumo un porro y me pongo a pensar en que me voy a Berlín por un año, en que finalmente, después de tanto tiempo, se materializa ese deseo juvenil de probar vivir en esa hermosa ciudad, esa ciudad que me enamoró desde el principio, esa ciudad de la que Pablo una vez dijo que a todos los que amaban la libertad les pasaba eso de no querer irse, esa ciudad que visité hace cinco años por primera vez y que me hizo ponerme a estudiar alemán para luego poder hacer el Winterkurs y vivir allí un tiempo, un tiempo breve,  sólo un mes y medio, pero a la que ahora voy por más tiempo, un año, un año en Berlín.
Pienso también en todo lo que implica esta experiencia que voy a emprender y en cómo me preparo para ella. Pienso en extrañar, pienso en el amor, pienso en que no puedo ni siquiera imaginarme la posibilidad de enamorarme de alguien acá porque mi cabeza está realmente puesta en otra cosa y ahí está, ahí aparece, como si no pudiera ser de otro modo, Andrés. Como si finalmente pudiera entenderlo. Entender por qué no se iba a enamorar de mí como yo le pedía. Entender que estaba proyectando algo, algo grande, algo que sólo después pude ver lo grande que era, y que era imposible que él me diera ni una cuarta parte de lo que yo le pedía. Pero cómo no pude ver eso en su momento, no lo sé.
Y le escribo un mail contándole que me voy y que supongo que mi cabeza hizo una extraña asociación entre irse al exterior y él y que cómo estás y que si seguís viviendo en París. Yo no me espero nada pero si me llego a esperar algo es una respuesta en tres semanas diciendo que está todo bien, deseándome suerte en Berlín y diciéndome que lo visite en París. Bueno, no. Me responde a los cinco minutos que mi cabeza debe haber hecho algo más que una extraña asociación porque si bien sigue viviendo en Francia ahora está en Buenos Aires de vacaciones por un mes. Y que arreglemos para vernos la semana que viene, que le gustaría ir a tomar algo conmigo. Y yo muy sorprendida le digo que claro que sí. Pero el tiempo se adelanta al tiempo y el sábado me encuentro con Jan y con Lu y vamos a una fiesta que tiene Lu donde va a estar Andrés. Yo estoy nerviosa o no, no lo sé exactamente. Por momentos sí y por momentos no. De alguna forma me imagino lo que va a pasar y cómo me voy a sentir y sé que no está mal. Así que vamos a la fiesta y lo veo y está todo bien. Es raro, no lo voy a negar, siempre es raro ver a alguien después de cinco años. Además yo la última vez que lo vi fue el día en que él se fue a vivir a Francia, o sea, mis recuerdos son recuerdos casi íntegramente hechos de dolor pero verlo no es doloroso, al contrario, muy lindo, es muy alegre, él es muy alegre y yo estoy sinceramente contenta de verlo y de verlo bien. Sólo hay un momento rarísimo en que estamos charlando, medio cerca la verdad, y después bailamos juntos. Ese es un momento confuso, por lo menos para mí. Y cuando me voy me dice que igual arreglemos para vernos en la semana y yo le digo que sí pero que no me haga lo mismo de la otra vez de decirme de vernos y finalmente no escribirme y ahí se sonríe, me dice que no, nos reímos, le digo que está todo bien, nos abrazamos y me voy.

La verdad es que no estoy movilizada en el sentido de preguntarme si me gusta Andrés, por ejemplo. Estoy un poco movilizada porque verlo me hace reencontrarme conmigo, con una parte mía que espero que sea del pasado, pero conmigo siendo caprichosa y demandante y todo lo que fui con él. Unos días después releo algunos mails viejos y no lo puedo creer, no puedo creer las cosas que le decía, los mails que le mandaba, los pedidos de que me llamara, de que me respondiera, de que apareciera, de que me amara, casi de que volviera. Entonces leo eso y me muero de la vergüenza, y tampoco puedo entender cómo él me permitió tanto, cómo no me dijo que no habláramos más porque quizás yo en su momento pensaba que él no me daba nada pero ahora veo que me daba mucho más de lo que yo hoy podría dar a alguien. Y no me gusta ver cómo fui. Eso me fulmina. Pero también pienso que cambié. Todo el tiempo a la noche les preguntaba a las chicas, ¿estoy cambiada? ¿Cambié mucho en estos cinco años? ¿Cuánto? Qué tonta, ¿no? Pero no lo podía evitar. ¿Y él me verá cambiada? ¿Me verá igual? ¿Él habrá cambiado? 

jueves, 9 de julio de 2015

errar es humano

El martes tuve una cita con un chico que conocí por Tinder. Fuimos a tomar una birra y cuando él llegó yo ya estaba sentada en el bar leyendo. Cerré el libro y lo saludé pero él ni siquiera me preguntó qué leía. 
Me habló de cosas de su carrera, lo cual me pareció medio extraño porque ya está recibido. Quizás su pasado es más interesante que su vida actual, aunque también me habló de su trabajo en la constructora, de que es jefe y ahora va a ser más jefe de lo que era antes y que estaba a cargo de muchas personas y que siempre tenía que estar diciéndoles qué hacer porque no siempre sabían y que había elegido a uno de los albañiles para que realizara las tareas que él realizaba antes pero que había tenido que elegir a uno, él más piola, porque no a todos les daba para hacer ese trabajo, o sea, no es que estuviera discriminando pero decía que había que tener cancha para hablar con los clientes y bla ble bli blo blu. 
Tres veces quise hablar y me interrumpió y siguió el curso de lo que él estaba contando y ni una vez agarró la botella de birra para servir. 
Cuando terminamos la primera cerveza fui al baño y le mandé un mensaje a Mica que decía "Me aburro!!!". Cuando miro de nuevo el celular veo que me había equivocado o que mi inconsciente se había apoderado de mí porque el mensaje se lo había mandado a él. Me respondió "wtf". Yo estaba muy fumada y no supe qué hacer. Pensé en decir que era un mensaje viejo (pero era obvio que no), en no decir nada (pero era insostenible), en irme por la puerta de atrás (pero había dejado los puchos sobre la mesa). Esperé a ver si entraba alguien al baño a quien pudiera contarle lo que había pasado para que me dijera qué me convenía hacer. Finalmente decidí afrontar la situación con la verdad y salí del baño con la esperanza de que él se hubiera levantado y se hubiera ido. Pero no, cuando salí, él seguía ahí sentado. Me acerqué y le dije "ay, perdón" y él me dijo "te equivocaste de persona a la que le mandabas el mensaje" y yo, "sí". Después me dijo que era lógico porque nos estábamos conociendo y que si era definitivo y no íbamos a tomar una birra la semana que viene nos fuéramos pero que si no podíamos tomar otra birra y ver qué onda. Yo me sentía muy incómoda por el mensaje equivocado y además realmente me había aburrido y me quería ir a mi casa pero no sabía cómo decírselo sin ser más cruel de lo que ya había sido. Eso duró unos diez minutos hasta que en un momento me dijo que los varones eran más directos, que cuando decían una cosa significaba eso y que las mujeres eran más enroscadas y que no lo decía de machista. Agradecí para mis adentros que dijera algo que me cayera lo suficientemente mal como para no sentirme mal por ser sincera y le dije que no volvería a tomar una birra con él la semana que viene ni la otra y que me parecía mejor pedir la cuenta y que nos fuéramos. Y eso hicimos.