Soy la maría antonieta del siglo XXI, y al que quiera cortarme la cabeza, le recuerdo que después de la Revolución vino el Terror.

domingo, 21 de septiembre de 2014

J me manda un mensaje y me pregunta si quiero que nos juntemos antes del cumple de F para charlar. Le digo que ok. Nos encontramos en el Starbucks de 9 de Julio. Él me dice que ahora que él sabe que yo sé de la situación, le parece mejor que hablemos. Me dice lo que ya sé: que está enamorado de N. Que lo sorprendió. Que no se lo esperaba. Que todo lo que hizo fue genuino. Yo juego con la espuma de mi capuchino porque le puse azúcar y me encanta la espuma dulce del café. Termina de hablar. Nos quedamos en silencio. Él espera que yo diga algo, así que le explico que yo no tengo nada para decirle, que fui porque entendí que él tenía algo para decirme a mí, pero que yo no tengo nada para decirle a él. Insiste, así que le digo que lo único que pienso es que no somos tan amigos como pensábamos y que él maneja un nivel de histeria tremenda. ¿No pudiste darte cuenta antes de que te gustaba? Y le pregunto, por qué me dijo que N era un espíritu libre cuando hablamos la semana anterior, y dice que no sabía qué decirme. No hay mucho más para hablar y vamos al cumpleaños de F. En el colectivo él trata de hablarme de cualquier verdura y yo lo escucho y no lo escucho. Bajamos en Constitución y por suerte cuando subimos al tren nos encontramos con otrxs amigxs así que ya no estoy más obligada a hablar con él. A lo largo de la noche conversamos un poco. Le digo que ya vamos a ver qué pasa. Que tranqui. Que todo bien. Por suerte F ya sabe lo que está pasando y puede abrazarme cuando me pongo a llorar. 

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