Soy la maría antonieta del siglo XXI, y al que quiera cortarme la cabeza, le recuerdo que después de la Revolución vino el Terror.

jueves, 23 de junio de 2011

¡Cuidémonos! (Nietzsche)

Cuidémonos de pensar que el mundo es una criatura viviente. ¿Hacia dónde debería extenderse? ¿De qué debería alimentarse? ¿Cómo podría crecer y multiplicarse? Nosotros ya sabemos aproximadamente qué es lo orgánico: ¿deberíamos cambiar nuestra interpretación acerca de lo indeciblemente derivado, tardío, raro, azaroso -que sólo percibimos sobre la corteza de la tierra-, por algo esencial, universal, eterno, como hacen aquellos que llaman organismo al universo? Eso me da náuseas. Cuidémonos también de creer que el universo sea una máquina; sin duda, no está construido de acuerdo a una finalidad, y con la palabra "máquina" le concedemos un honor demasiado alto. Cuidémonos de presuponer, en general y por todas partes, algo tan lleno de formas como los movimientos cíclicos de nuestras estrellas vecinas; tan sólo una mirada a la Vía Láctea nos hace dudar de si allí no hay movimientos mucho más burdos y contradictorios, así como también estrellas con eternas trayectorias rectilíneas y otras semejantes. El orden astral en que vivimos es una excepción; este orden, y la aparente duración que está condicionada por él, nuevamente ha hecho posible la excepción de las excepciones: la formación de lo orgánico. Por el contrario, caos es el carácter total del mundo por toda la eternidad; no en el sentido de una ausencia de necesidad, sino de una ausencia de orden, de articulación, de forma, de belleza, de sabiduría, y como sea que se llamen todas nuestras humanas consideraciones estéticas. Juzgado desde nuestra razón, los lanzamientos desafortunados de dados son ampliamente la regla; las excepciones no son la finalidad secreta, y todo el juego se repite eternamente a su manera, la que nunca ha de ser considerada como una melodía -y por último, la expresión misma "lanzamiento desafortunado de dados" es ya una humanización que incluye dentro de sí un reproche. ¡Pero cómo habríamos de censurar o alabar al universo! ¡Cuidémonos de imputarle impiedad e irracionalidad o su contrario!: ¡no es perfecto ni bello ni noble, y no quiere llegar a ser nada de todo eso, no aspira en absoluto a imitar al hombre! ¡El universo no puede ser representado de ninguna manera mediante nuestros juicios estéticos y morales! ¡Tampoco tiene el universo un instinto de conservación y, en general, ningún instinto; tampoco conoce ninguna ley! Cuidémonos de decir que hay leyes en la naturaleza. Sólo hay necesidades: allí no hay nadie que manda, nadie que obedezca, nadie que transgreda. Si vosotros sabéis que no hay fines, entonces sabéis también no hay azar: puesto que sólo en un mundo de fines tiene sentido la palabra "azar". Cuidémonos de decir que la muerte de opone a la vida. Lo viviente sólo es una especie de lo muerto, y una especie muy rara.
Cuidémonos de pensar que el mundo crea eternamente algo nuevo. No existe ninguna sustancia eternamente duradera; la materia es un error así como lo es el dios de los eléatas. ¿Pero cuándo acabaremos con nuestras precauciones y protecciones? ¿Cuándo dejarán de oscurecernos todas esas sombras de Dios? ¿Cuándo llegaremos a desdivinizar completamente la naturaleza? ¿Cuándo podremos comenzar, nosotros hombres, a naturalizarnos con la naturaleza pura, nuevamente encontrada, nuevamente rescatada?

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